Hoy creo un poquito más en la sociedad en general y en la navarra
en particular. La semana pasada decidimos llevar a nuestros dos hijos mayores y
a un sobrino con edades entre 6 y 7 años a una actividad del Planetario de
Pamplona. El asunto consistía en la realización de experimentos científicos
adaptados a nivel infantil, una proyección sobre astronomía y almuerzo, cosa
que a mí, que trabajo como investigadora en un laboratorio, pues lógicamente me
hace especial ilusión. En un primer momento pensamos que los padres nos
quedábamos con ellos, pero luego nos enteramos que no y entonces empezó mi
“come, come”, porque Javi tiene síndrome de Asperger e igual no se comporta
como los otros niños, igual no pueden tratarle, igual no le admiten sabiendo
que tiene un problema, igual llora, igual se frustra, ¡igual se escapa!…
Con lo cual, el sábado por la mañana se los llevó el padre hacia
el Planetario sin idea muy clara de si nuestro proyecto llegaría a buen puerto
o no. Al llegar allí, le dijo a la monitora que Javi tenía síndrome de
Asperger, que era un Trastorno del Espectro Autista, que podía no engancharse a
las explicaciones, reaccionar de forma diferente, que si se pone muy pesado no
dudes en llamarme, etc… Y ella, con una sonrisa, dijo que muy bien, que lo
tendría en cuenta, y nos quedamos alegres por la aceptación, pero preocupados
por las posibles consecuencias.
A la hora de recogerlos nos encontramos a tres niños totalmente
felices que se lo habían pasado en grande. Javi atendió sólo a la mitad de las
explicaciones, pero estuvo paseando sin molestar a nadie y luego no quiso
entrar en la proyección, pero se quedó con la monitora preparando el almuerzo
de los otros chicos, dibujando, hablando de animales de la selva y también se
lo pasó genial.
Con todo esto quiero decir que una vez más, las barreras las
ponemos a veces los “neurotípicos” y que con un poco de flexibilidad se puede
conseguir que nuestros chicos hagan muchas cosas que a priori parecen
difíciles. También quiero expresar mi agradecimiento al Planetario de Pamplona
y a Mónica, la monitora, por su magnífica disposición. Hoy hemos dado otro
pequeño pasito.
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