¡Socorro!

Parece de película, pero nos está pasando a nosotros.

Estábamos de vacaciones en Madrid, decidimos salir a pasear por el centro y ver los establecimientos comerciales adornados con sus músicas y sus luces. Nos llevamos a nuestros cuatro niños, las dos peques en su silleta, y los otros dos de 6 y 5 años de la mano de papá y la abuela.

En un momento dado, en un centro comercial en la calle Preciados el papá se gira, mira alrededor, han sido 2 segundos, pero Javi ya no está, mira un poco más allá, un poco más acá… ¡Javi se ha escapado!  No es la primera vez, pero la angustia es la misma, llamar a los de seguridad, vigilar las puertas, buscarle por todas las plantas. Te sientes morir por dentro. ¿Por qué lo ha hecho otra vez? Porque tiene autismo.

Después de un rato que se te hace eterno, un guardia de seguridad lo ha encontrado en otra planta. No entiende nuestra preocupación, no sabe como nos sentimos, solo siente que se acerca la hora de comer y tiene hambre.

Muchos niños se despistan y se pierden de sus padres, pero los niños con trastornos del espectro autista, al no ser conscientes de la preocupación que causan y los peligros a los que se pueden enfrentar lo hacen más a menudo. Además, la hipersensibilidad sensorial les hace sentirse más incómodos que los demás en las aglomeraciones. De hecho, muchos niños con autismo no pueden ir a centros comerciales.

Nuestra conclusión esta vez ha sido clara. Hay que seguir trabajando con Javi, por medio de pictogramas e historias sociales y enseñarle que no se debe alejar de sus padres sin permiso.

Es otra de las pequeñas batallas que tenemos que ganar… y seguimos trabajando…

Mentxu