Desde un bebé recién nacido hasta una persona madura, todo lo que conocemos del mundo que nos rodea proviene de la interpretación de los mensajes recibidos por los sentidos. Las experiencias sensoriales generadas en una atmósfera de confianza y relajación resultan agradables y benefician a los sujetos de forma positiva. Estas experiencias, como la relajación, estimulación, comunicación, movimiento, etc. tratan de estimular los sentidos primarios sin necesidad de que haya una actividad intelectual elaborada.
Hay dos formas de recoger y transmitir la información del mundo exterior:
- Desde la pasividad e inactividad, esperando ser estimulado.
- De una forma activa, llevando a cabo un programa de estimulación.
El desarrollo cerebral del niño depende, en gran medida de:
- La cantidad y calidad de los estímulos que recibe.
- Del ambiente que les rodea y de la dedicación de las personas que le cuidan.
Por tanto, depende de la riqueza de estímulos en intensidad, frecuencia y duración adecuada que producirá un buen desarrollo del cerebro. Por eso, una buena educación y estimulación de los sentidos ha de ayudar de una manera armónica a los niños, de modo que se desarrollen todas sus facetas con la misma intensidad y profundidad
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